miércoles, 17 de febrero de 2010

El compositor asexual I

No, no podía creerlo. Había vuelto a pasar. La palabra “gatillazo” para mí se había convertido en algo más que una simple búsqueda en el Google. No entendía qué había pasado. Quizás la estrategia del vaquero había sido excesiva. Sí, la estrategia del vaquero: cita tras cita enfundada en pantalones para crear una barrera virtual cual cinturón de castidad. Una falda ofrece menos resistencia en el caso de un calentón en toda regla, mientras que con un pantalón el hombre arriesgado que decida iniciar el camino a la gruta debe sortear un laberinto de pana, lino o fibra sintética, y aún así sólo llegar a tocar piel si tiene mucha suerte. Yo había utilizado esa estrategia durante días y días y, como consecuencia, había creado una polla acobardada.

Quién lo hubiera imaginado la noche antes, planificando el futuro encuentro: “¿Me pongo el vestido rojo de infarto? También lo tengo en amarillo” conversaba con una de mis mejores amigas, ajena a lo que vendría. “Amarillo es amistad” decía ella. ¿Realmente era todo culpa de la ropa? Ya esa misma mañana había salido a comprar algo de lencería y me había vuelto a casa sin nada: ni dni, ni tarjetas, ni dinero, ni nada de nada. Me habían robado. ¿Acaso erán señales de aviso que yo desoía?

Claramente las ignoré y a las 4 de la mañana de aquel día tenía a ese hombre metido en mi cama...y sólo en mi cama. “No lo entiendo, es la primera vez que me pasa”. “No sé qué me ha pasado” seguía él. “ Es que...te veo ahí y claro...primero me entra el impulso y quiero hacerte el amor salvajemente pero luego te miro y pienso... y claro, me entran ganas de abrazarte, alomejor es por eso...o también como mañana tengo que madrugar, pues me pongo a pensar que no voy a rendir bien mañana en el trabajo, o puede que también como resulta que...” Arrgh!! ¿Pero por qué los hombres inventan? ¿Por qué cuando no saben la respuesta a algo, no se CALLAN LA BOCA, POR DIOS!. ¿Por qué encima de quedarme a medias, tenía que asistir a 15 minutos de charla consigo mismo, en voz alta, divagando sobre las posibles razones sin tener ni puta idea?! Ese hombre no tenía ni idea! ¡De verdad!

Aún así, él y su otro yo volvieron a intentarlo. Definitivamente, con 30 años de vida, puedo ya afirmar que hay pocas cosas que den más risa y pena a la vez que ver a un hombre intentando ponerse un condon mientras su amiguito se arruga y se hace chiquito y más chiquito, mientras el silencio se condensa alrededor del gran momento. “Pues no lo entiendo , será que tengo un pene ecológico al que no le gustan los plásticos” reía con "impotencia". (continuará).

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