miércoles, 17 de febrero de 2010

DJ Mikele I

DJ Mikele. ¡¡¡Un grande!!! ¡¡¡Campeón! Tras volver con su ex-novia, el buen hombre había decidido hacerme llamadas perdidas en mitad de la noche y mandarme mensajes comprometidos que yo ignoraba, para cuando por fin contesté decirme "perdona, ¿quién eres?".

Qué gran ejemplo de la técnica del “rebota, rebota”: “yo te lanzo la pelota, tú la recoges, y yo te la reboto en la cara”. O la tan conocida técnica de: Hagamos el gilipollas hasta que la víctima reaccione y podamos entonces soltar la gran frase: “¿Que yo he hecho qué? Perdona, no sé de qué me hablas” y a la pobre víctima le cortocircuite el cerebro y quede indefensa ante el gran depredador de cerebros humanos.

¿De modo que el mundo intentaba volverme loca? ¿Realmente había alguna posibilidad de que hubiera soñado los sms y las llamadas de madrugada? ¿Quizás tenía un problema visual, un trocito de mi área visual 19 del cerebro dañada que hacía que aunque mirara una y otra vez el número de teléfono al que había mandado el sms y lo contrastara con fácturas de teléfono antiguas, a pesar de coincidir, mi cerebro me estuviera engañando y yo viera doses donde había treses, o seises donde había nueves? ¿Era como las canciones demoniácas que si las escuchabas al revés oías mensajes del Diablo? ¿Acaso estaba yo mirando el número del revés sin darme cuenta y recibia mensajes endiablados? ¿Debía abandonar las gorritas modernas y los sombreritos chic y hacerme uno de papel a lo Napoleón Bonaparte y asumir que estaba como una chota?

Desde luego, como estrategía por su parte era grandiosa: él molestaba, yo le ignoraba, y cuando decidía preguntarle por qué hacía esto, él lanzaba la bomba “perdona, pero no sé quién eres” y BUM! un segundo después había trozos de mi cordura por todas partes. La asertividad estaba muy bien valorada pero...últimamente me estaba llevando a caminos muy destructivos. Hacerme la tonta había resultado siempre más seguro, pero pagar 60 euros a la semana para que una psicóloga me ayudara a ser más asertiva, hacía que tendiera a ponerlo en práctica continuamente. “Perdona, no sé quién eres”. ¡Grande! Qué grande! Debería haberle respondido “No sabes quién soy? No me sorprende, verdaderamente nunca me pareció que supieras ni dónde tenías la cara”

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