jueves, 7 de febrero de 2013
El piloto I
El pull and bear I
jueves, 19 de abril de 2012
El anatidaefóbico I
Los paseos por el parque con su laguna llena de patos atesoraban grandes momentos. Los expertos recomiendan que en caso de llevarles pan a los patos de un estanque, sea integral y lo depositemos fuera del agua en lugar de tirarlo dentro, así saldrán cuando tengan hambre a comerlo. Yo los hubiera llevado de tapas con tal de ver la cara de Juan. Pero me conformaba con echarles miguitas traicioneras cuando él no miraba. Y es cierto, los patos salen. Y te siguen. Ellos hacen "cuack cuack"; los anatidaefóbicos: "¡¡¡Aaaargh!!!".
miércoles, 29 de febrero de 2012
El inglés II
domingo, 21 de febrero de 2010
El compositor asexual II
"¿Y si me quiero acostar con otras?" preguntaba. "Es que yo no sé si quiero una relación seria porque...¿y si me quiero acostar con otra tía? Que no quiero, pero, y si quiero, ¿qué?"
A priori este diálogo puede parecer normal: chico que no quiere una relación seria porque tiene mucho que "profundizar" con otras mujeres, pero no nos dejemos engañar. Recordemos:
"...a las 4 de la mañana de aquel día tenía a ese hombre metido en mi cama...y sólo en mi cama. “No lo entiendo, es la primera vez que me pasa”. “No sé qué me ha pasado” seguía él." (El compositor asexual I)
Bien, tenemos a un hombre adulto incapaz de meter el ratoncito en la jaula. Un hombre que izaba bandera tan rápido como la bajaba, viviendo en una erección permanente inconclusa, salvaje y apasionado hasta que la mujer le susurraba: Uga Uga Chaka Chaka y "ellos", hombre y ratón, se atemorizaban.
Con esta imagen mental formada, retomemos la historia:
"¿Y si me quiero acostar con otras?" preguntaba. Esta debería haber sido la conversación que le precedió:
Él: ¿Y si me quiero acostar con otras?
Yo: ¿Pero puedes?
Él: Es que yo no sé si quiero una relación seria porque, ¿y si me quiero acostar con otra mujer? Sería renunciar a la oportunidad de hacer algo que quiero, llegado el momento.
Yo: ¿Quieres decir que querer es poder?
Él: Que no quiero, pero, y si quiero, ¿qué?.
Yo: Pues si no quieres, y sabemos que no puedes, ¡¿DE QUÉ COÑO ESTAMOS HABLANDO, PEDAZO DE GILIPOLLAS?!
Pero no ocurrió así. Y le dejé hablar. Nunca dejes hablar a alguien que no sabe dónde tiene la cara. Nunca. Salvo que quieras escribir un blog. Llegarás a filosofar sobre el amor de forma muy rara:
Él: Es que no sé si es amor. Quiero decir. ¿Qué es el amor? Puede que sea amor pero no como lo entiende todo el mundo. Es como la Alhambra. No es lo mismo para todo el mundo, ¿comprendes?
Yo: Tú me estás vacilando, ¿no?
Él: No, a mí la Alhambra me puede hacer sentir una cosa, y a ti otra.
Yo: Ya, pero los dos sabemos dónde está la puta Alhambra si decimos "vamos a la Alhambra". ¡¿Por qué coño estamos hablando de la Alhambra?!
Él: El enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza.
Yo: ¿Me estás citando a Ortega y Gasset para cortar conmigo? ("estrecha, empobrece y paraliza?" pensé).
Él: No, joder, es que he leído mucho sobre él. Y creo, como él, en un amor menos convencional, más...
Yo: ¿Menos convencional? ¿Por eso esta tarde querías presentarme a tu hermana y a tu perro?
Él: Mira, no sé, ¿tú qué piensas?
¿Yo? Yo pensaba en lo fácil que sería con otro acabar esta estúpida conversación simplemente echando un polvo...
(Continuará)
jueves, 18 de febrero de 2010
Raúl, el Profesor de Conservatorio I
Una frase como esa te hace protagonista hoy, querido cabrón, de mi blog.
Raul, el profesor de conservatorio. Una persona que tarareaba las canciones en notas aunque se supiera la letra no podía ser de fíar. "Buenas noches, bienvenidos, hijos del rock'n'roll, los saludan los aliados de la noche" no estaba definitivamente hecha para canturrearse "MiMiMiMiMiFaLaLa LaLaSolFaFaMi" (o lo que fuese). Que parara de follar para sacar la melodía de una canción que sonaba de fondo sólo lo había confirmado: entre mis sábanas y mi almohada tenía a otro tarado.
Si tengo que ser sincera, debo admitir que el chico había dejado, sin pretenderlo, muchas señales y todas decían: "Corre. Corre YA".
Pero me hice la sorda. La sorda, la ciega, la tonta y hasta la gilipollas. Y lo peor: lo había provocado yo. Yo, preguntando como una jodida graciosa qué nota producía la señal del ascensor cuando salíamos de él. Yo, canturreando Sonrisas y lágrimas mientras insistía: "Do es nombre de varón. Re selvático animal... No, esas no son, ¿no?". Yo, ironizando con risa de hiena: "De verás que sin ese dato no sé si podré subirme al ascensor otra vez". Yo, que debí decirme a mí misma: "¡CÁLLATE LA PUTA BOCA!" Y sin embargo, yo, que le dije: "Capaz eres de ponerte en el teclado a sacarla en cuanto entremos por la puerta" y él que respondió: "Me pongo, claro que me pongo, me pondré".
Y se puso.
SE.
PUSO.
(continuará)
miércoles, 17 de febrero de 2010
Daniel el PT I
Hay amistades tontas, pero tontas, tontas. Supongo que el aburrimiento veraniego ayuda a sustentarlas. Solo eso explicaría una amistad que podría resumirse en esta línea de conversación:
-Eres un soso, tío.
_Anda que no.
Mi amistad más tonta del 2009 estival fue Dani el PT. Dani era profesor de educación especial. Normalmente PT significa Pedagogía Terapéutica. Para mí, Dani el PT era igual a: “Dani el Profesor Traumatizado”. Aquel hombre no estaba bien.
Recuerdo la noche de San Juan y su secuencia de hechos: quedé con él y sus amigos; como un soso necesita a otros sosos para no ser el más soso de ellos y destacar, sus amigos decidieron que cenar apalancados en el sofa viendo la tele ya había sido suficiente juerga por San Juan y recibí estupefacta el siguiente mensaje en mi móvil: “ Mis amigos están cansados y no quieren salir, y yo estoy muerto también. ¿Tu estás muerta?” Muerta me quedé.
Supongo que el cabreo por haberme quedado tirada 5 minutos antes de la hora acordada, toda arreglada y mona, me contuvo de responder cosas como “Sí, estoy muerta, te hablo desde el tanatorio. Mueve tu culo gordo que llegas tarde, y se me están apagando las velas.”
Imagino que aunque luchemos por la igualdad, aún existen algunas diferencias entre hombres y mujeres, y desde luego, cuando una es una mujer coqueta y presumida, arreglarse para quedar implica algo más de 5 minutos y hacerlo para acabar poniéndose el pijama sin pisar la calle antes puede no ser el objetivo. Un rato de secador, sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate, y elegir el vestido adecuado requiere un esfuerzo y no, no importa que estés igual de fea que al principio: hasta quedar mal implica un tiempo.
Así que cuando aquel traumatizado anuló la cita, me cabreé y mucho. Surgió así el tira y afloja vía sms. El, que ya estaba en su casa, insistía en venir a recogerme y vernos. Y yo intentaba hacer gala de mi asertividad recién aprendida con frases como “¿Crees que voy a volver a vestirme otra vez sólo porque tú quieres? No eres el único que decide aquí.” Pero dió igual. Mi asertividad de papel cuché me llevó a arreglarme de nuevo y bajar a verle cuando plantó su coche en mi acera y amenazó con no moverse de allí hasta que bajara.
He de reconocer que hubo un momento mientras estaba con él que me conmoví. Mis ganas de venganza aflojaron cuando él me dijo que ya estaba en la cama cuando me propuso venir a recogerme. (Había pasado una hora entre mensajes y pelea antes de finalmente vernos.) Me conmoví. Soy así: una blanda. Se había salido de la cama sólo para verme porque yo estaba enfadada y aunque medio cerebro mío pensaba en lo gilipollas que resultaba quedar, desquedar, meterse en la cama y salirse para venir ante la sencillez de simplemte no haber anulado la cita, la otra mitad se emocionaba ante semejante gesto pensando: "Vaya. Este chico responde bien a la presión".
Así que estaba yo a punto de perdonarle, cuando de repente llegamos a mi calle y paró el coche para dejarme sólo una hora después. Podría decirse que "me habia sacado a pasear" durante una hora de reloj. Sesenta malditos minutos en los que me hubiera cagado en él y su madre minuto a minuto. Aquella noche me había arreglado dos malditas veces, ¡por dios! Había tardado más en arreglarme que en verle. De modo que cuando paró hábilmente en el único sitio de mi barrio donde no se podía charlar relajadamente cinco minutos antes de despedirse, en doble fila en plena calle transitada, Amy Winehouse apareció en la radio con su canción “rehab”, para darme la clave coreando: “no-no-no”. No, Dani, no. (continuará)